sábado, 1 de diciembre de 2007

jueves, 18 de octubre de 2007

miércoles, 5 de septiembre de 2007

S.Sebastián



Era enero y el día de mi cumpleaños. Dejaba de tener quince años. Estábamos lejos de nuestro país, aunque éste se convertía en uno nuevo y tal vez, propio. Llovía y junto a mi hermano Sebastián, esperábamos. Brindamos los cuatro por mis dieciséis, mientras almorzábamos -me parece que unos platos de pastas o quizás, más probablemente, algún arroz con mariscos compartido. Hoy, por ser un día especial, podíamos gastar algunos billetes de más. Era un barcito chiquito. Cálido como también lo era esta ciudad, a pesar del frío. En verano debía ser bastante caluroso. Las playas -seguramente- se deberían inundar de gente: algunos nadarían, otros se quemarían los pies -pero correrían hasta sus coloridas sombrillas-, varios armarían sus castillos de arena.
Con mi hermano soñábamos, días antes de llegar -en algún tren-, con alguna casa de vacaciones, con alguna mudanza hacia aquel lugar. O quizás con algún castillo de arena.
Bajamos del tren y caminamos bajo la lluvia por una callecita angosta. Tomamos un té bien caliente en el camino. Desde que pusimos nuestro primer pie derecho en la estación, esperábamos. Caminábamos y pensábamos en inundarnos de algún próximo verano. Unos momentos antes del brindis, dejamos las mochilas en el hostel. Por alguna razón no me acuerdo de la fachada de ése.
El hostel estaba completamente vacío. Y sí, ¿quién vendría a tomar frío? Nosotros porque esperábamos, en ese único día, conocer lo que alguna vez nos prometieron contar. Salimos de Buenos Aires con un itinerario. Todo era claro, unos días en cada lugar, en cada ciudad. En uno, el de los crepes, más días porque lo elegí yo: dejaba de tener quince años y esa era la razón. Pero estas playas eran raras. Un lugar cálido en invierno, pero sólo un día y sin aventuras. Sin ninguna idea de las visitas para hacer.
La iglesia estaba cerrada. Sólo algunos bares y hoteles en movimiento. Llovía y los habitantes decidían quedarse junto al fuego en sus casas.

Con tenedor en mano, nos mirábamos -mi hermano y yo. Ellos, en cambio, parecían disfrutar de aquella ventaja. Comían. Terminaban sus mariscos y luego venía lo dulce, un buen panqueque de dulce de leche. Nosotros de postre preferíamos la sorpresa, pero se hacía esperar. Moríamos por comerla y saborearla. Por correr al frío de la playa y tirarnos en la arena. Quizás, tomar valor y diseñar nuestro castillo. Pero hasta que aquella noticia no fuera clara, debíamos comer lo dulce y esperar. El postre, lentamente, fue volviéndose un tanto agridulce. A medida que pasaba el tiempo, un poco y un poco más amargo. Nosotros -con mi hermano Sebastián- no nos perdíamos de vista, hipnotizados, con los dedos tensos. Nuestros pies, bajo la mesa, golpeándose cada vez con más fuerza. Sospechábamos que la arena dejaba de ser cálida y, en cambio, blanca y fría. Tan fría que era nieve.
Con lo dulce anclado en la garganta, dejábamos el caluroso bar. Las caras no eran- claramente- de cumpleaños. Ella, nos dejaba -con alguna mala excusa- junto a él. Él, parecía volverse violeta y no del frío. Creo que miré sus manos y temblaban. Nos miró y empezó con un discurso incoherente: algo de unas zapatillas. Nosotros queríamos la sorpresa. Aunque -a decir verdad- ya me asustaba aquello. Seguía lloviendo y hacía demasiado frío. Yo odio el frío.
Después de zapatillas, de vueltas por angostas calles, de pasar por la iglesia -de querer entrar y que siguiese cerrada-, de temblar junto a él y de volverme violeta del miedo; llegamos al hostel. Evidentemente, la sorpresa llegaba a su fin. No queríamos castillos, no queríamos frío. Yo, por lo menos, quería escupir ese puntual amargo panqueque.



Mi hermano lo abrazó fuerte, tan fuerte que yo corrí al baño. Por suerte, el hostel estaba completamente vacío y aquel baño compartido, desocupado.
Sólo estábamos un día, no teníamos castillo, tampoco arena. Entendía, pero no entendía. Trataba y hacía fuerza, como mi hermano. Las cosas no estaban claras, por lo menos no tanto como creí que iban a estar.

No hubo castillos, pero en algún otro viaje, comeré el panqueque con mi hermano Sebastián.

Fugaz y vivaz


Los de arriba son
de él (no él).


Comía, él, todas las almendras con azúcar, acarameladas. No creo que la elegancia fuera su mayor destreza. Su arte en potencia. No paraba. Quién sabe por qué las comía de esa manera, por qué a tal velocidad. No creo estuviese nervioso. Era un a tras otra, pero su cara no hablaba de nervios. Más bien eran como impulsos, casi- diría- inclusive saltando. Simplemente comía fugaz y vivaz, con ansias a terminar. Luego- capaz- se compraría otra bolsita. Las devoraba. Se encontraba, allí, parado junto a la puerta. Sus piernas duras, sus muslos no se movían: no tiritaban.
Era digno de ser visto.
Esos rulos gigantescos al viento- aunque no hubiese. Un mero roce con cualquiera que por allí pasara, hacía que sus lindos pelos se sacudieran con éxito. Rulos que de a poco se acaramelaban; eran largos y rubios, tal vez casi pelirrojos.
Si alguna almendra acariciaba su pelo, se adhería sin dudarlo en aquellos. Suena asqueroso, pero en conjunto, conformaban una escena: era hasta casi sensible aquella situación, lo que ella provocaba. De a poco, todo se iba acaramelando. Primero eran sólo las almendras (aunque antes había visto otras aún más acarameladas); lentamente esos rubios se teñían. La punta de ellos, luego hacia el medio. Su pelo no era más, rubio.


No sé si habría alguien más, observando la escena.

sábado, 1 de septiembre de 2007














Henri Cartier Bresson – Salerno Francia- 1953

Invisible blanco de la pérdida, de alguna escondida.
Del sorpresivo encuentro y de la desilusión más grande.

Circular, falsamente encuadrada, dividida, fraccionada.

Juegos quiméricos. Siluetas perdidas, encuadradas. Encuadradas por todo lo que quedó adentro. Y todo lo que está por fuera.

Combates de aquella silueta, entre aquel juego, por algún sueño.

viernes, 31 de agosto de 2007



A silhouette film
Oskar Fischinger

lunes, 6 de agosto de 2007

Phoebe Josephine

Espero poder confiártelo todo…


Phoebe Josephine Caulfield
Phoebe Josephine
Phoebe

Holden D. Caulfield
P. Joven

Hoy.
Hoy. A mi hermano como padre. Mi guardián.
Sabe cómo despertarme, o solo el hecho de que me despierte (él) ya me gusta, ya es él. Gorra color rojo tomate, cazador. Me da un poco de miedo esa palabra, pero si es él el cazador me deja un poco más tranquila. Me escondo atrás y se me va el miedo. Ojalá estuviese siempre.
Hoy soy Phoebe Josephine, porque no me importa pensar en un nombre, porque no tengo tiempo de eso. Porque hoy me desperté diferente. “Despierta, Phoebe”. ¡Holden! Necesité- por necesidad- abrazar. Abrazarlo. Apretujar (con mucha fuerza, con la que pude) a mi p. joven. A mi protagonista. A mi inspiración. A mi improvisación (como me enseñaron en teatro del colegio). La verdad es que me sorprendió, no lo esperaba (quería que viniese, siempre quiero).
Ya me cansé de ser la traicionera del país, o de la función, que me odien. Pero soy la protagonista.
Por suerte todo lo que soñé no pasó (espero que nunca pase), hablo del sueño de hace dos noches.
Bailé, ¡y con él! Lo llevamos en la sangre, eso me dice siempre. En realidad, él lo lleva en la sangre y yo me estoy entrenando, estoy practicando para ser como él.
Pero, por mala suerte, el baile terminó (quería que fuese para siempre). Se terminó porque llegaron los mayores, por la llegada que era esperada. Era como si Holden estuviese metido en un lío bárbaro, horrible, asqueroso (que a mi me daba miedo); como apresado en un crimen, en alguno. Que seguro no era culpable. Debía hacer silencio, para no ser descubierto. Fumaba, seguro porque estaba nervioso. El silencio y el cigarrillo me daban miedo, por eso solo le decía que papá lo iba a matar. Ojala nunca lo mate. Y porque cuando empiezo con algo es como si me hipnotizara, no puedo parar. Yo lo ayudaba, lo encubría. Porque lo quiero y porque me daba miedo (no él, sino todo lo demás). Miedo a que por cualquier equivocación pasara algo terrible (como sucede en las películas). Que por una mala casualidad mi p. joven no estuviese más, como Allie.
A veces me gustaría tener un pez y no prestárselo a nadie, solo a mi Holden.
Le di mi plata. Es Navidad.
Lo voy a cuidar, voy a aprender a bailar como él. Voy a buscar un mapa.

LUDMILA

domingo, 5 de agosto de 2007

...

el otro entre el extraño
traer- retrotraer
retratarse
representar la extraña relación
pretensión- transformación
teatralización- interpretación

tiempo
tiempo abolido
pérdida de tiempo
temporalidad: circularidad
el instante

meta metáfora
montaña caminante
en sí misma
escoltada, paso a paso, por su sombra
lo doble, el doble, de uno, del yo
extraño
otro
múltiple
máscaras suspiradas
máscaras
ocultamiento disfrazado
fijeza inmutable
identidad de altura
fuerte elevación del azar
desprevención
revuelo
a pies de altazo
rayos, torbellinos- involuntarios-
de sensaciones: libertad, poderío
creencia de ser otras personas- encuentros
rostro como máscara de piedra
tiembla el cielo
viento
espectrales abismos

¡Cuídense de escupir contra el viento!

Canto VI

Porque eterno porque eterna
lento lenta

Al azar del cristal ojos
Nombres daba

por los ojos hojas mago
Alto alto
Va viajando Nudo Noche

Me daría
cristaleras
tanto azar

y noche y noche
Apoteosis
Que tenía cristal ojo cristal seda cristal nube

La escultura seda o noche
Lluvia

Iluminando negro

Puerta hacia ideas estatuarias

Tanto cielo que levanta

Señor cielo
cristal cielo
Y las llamas
y en mi reino
la tormenta

Ancla cielo sus raíces
El destino tanto azar

Se desliza deslizaba
Apagándose pradera
Por quien sueña
Lunancero cristal luna
El que sueña

El que reino
de sus hierros
Ancla mía golondrina

tan obscuro

tan color
Tan estatua y tan aliento

V. Huidobro, Altazor


(se ordena sólo)

PREGUNTAS DIEZ



1 ¿Qué tan parecida es Ludmila a mis fotografías? (La fotografía supone el retrato más parecido al modelo, al representado)
2 ¿Cuántas máscaras tendrá? ¿tantas? ¿muchas? ¿múltiples? (la conformación de la identidad)
3 ¿La sombra como misterio? ¿Cuán fantástico (en relación a la ilusión, espectro) es el retrato de Ludmila?
4 ¿Por qué tan rápidamente la vi sobre, arriba de una estatua, a lo alto?
5 ¿Es Ludmila capaz de pelear con (contra) un león?
6 ¿Cuánto de su retrato hay en el mío?
7 ¿Es la formación de su retrato resultado del entrecruzamiento entre ella y yo (entre nos-otras)?
8 ¿Cómo realmente ella se representaría? ¿Cómo quiere que la vean?
9 ¿Cuánto hay de coincidencia (de destino), de coexistencia entre Altazor, azar, alto, altura?
10 ¿Por qué pienso tanto y veo seguido lo doble, lo imitable, la repetición, el dos?

(y el por qué de la elección de las parejas también me inquieta)

domingo, 22 de julio de 2007

viernes, 13 de julio de 2007

Suizo Argentina
Desde la Clínica Suizo Argentina
Alrededor de las cuatro y media de la tarde, 9 de julio


"El hielo está cerca, la soledad es inmensa..."
No hay dos copos de nieve iguales. Cada uno "no quiere que se lo confunda con los otros"

miércoles, 27 de junio de 2007

jueves, 7 de junio de 2007

miércoles, 6 de junio de 2007

"...el misterioso silencio hace su aparición a alguna misteriosa hora del día (la mañana en mi habitación no es precisamente esa hora)" Terni, Ludmila.

domingo, 3 de junio de 2007

Florete inoxidable 500 gramos
























florete-flexible- acero- inoxidable- 500 gramos- 90 centímetros
espada- arma blanca- recta- cortante- punzante
arte de defensa y ataque
1977- Buenos Aires
audacia
agilidad
inteligencia
versátil
engaño
escapismo
equilibrio
piruetas
convenciones- no tocado doble
gato- tengo un gato- lo entiendo- a cualquier árbol- a cualquier estatua- escultura
Child with Toy Hand Grenade in Central Park
un pie acá- la mano allá- ¿así?
espadachín
quiero llorar- me peleo con la tierra
león
centauro- Folo- Quirón
escalera
escalofrío

pesadilla- quimérica calle
un regalo

domingo, 27 de mayo de 2007

Ludmila

Una silueta que compone cada instante, es un momento estático. Situación de soledad por donde, en realidad, pasan miles. Es la suspensión y una simple desolación. Es misterioso y, un claro enrollo.

Ella espera que exista algún lugar en el tiempo que nunca cambie. Sube a lo alto y es ahí donde confía sus secretos. Intenta volar y aguantar la respiración.

Se tilda, no mira hacia ningún lado y mira hacia todos lados. Se le deforman algo los ojos y cree ver al perplejo león. Esgrime. No tiene miedo, sabe que puede luchar contra él y también, triunfar. No están encerrados.

Ella es una adicta al extremismo y al violeta. Todo es gigante y además, quiere serlo.

Con los ojos deformados


Miro al despertador, desespero. Creo que soy yo eso que gira. Siempre al mismo ritmo, nunca para. Imposible. Siempre, y tic y tac… y tic y tac…y siempre al mismo ritmo. Despierta, atenta. Una pesadilla, un lugar, raro. Recapacito hasta sobre pequeñas muecas, una mirada, una palabra, que después se conecta con otra y más tarde, o a los días, con una nueva.

Necesito dormir. De costado, al otro, boca arriba, boca abajo, me siento, me vuelvo a acostar. Me levanto y me dirijo, siempre al mismo compás, al baño. Está oscuro. Abro mínimamente los párpados, si los abro del todo, a lo mejor no puedo volver con los sueños, o con mis benditas pesadillas. Aunque a éstas, ya sé cómo manejarlas; me tapo con las sábanas- a veces también con la frazada- hasta que por poco no puedo respirar ni escuchar nada. Giro para el lado opuesto de la ventana, y es así como se alejan. Me siento sin pensarlo, tiro la cadena- intento hacer el menor ruido posible. Es temprano y están todos durmiendo… Vuelvo a la cama, apago la luz y me acuesto. Y de nuevo: de costado, al otro lado, boca arriba, boca abajo, me acuesto en el piso, otra vez en la cama, prendo la radio. No se escucha, subo el volumen y me molesta. La apago.

“Pará”. Respiro. Inhalo por la nariz y exhalo por el mismo lugar. Por un minuto, escucho mi respiración. Me acuesto, tengo que dormir y descansar. De a poco la casa se empieza a levantar. Soy la única que puedo dormir un rato más, pero también la única que se despierta antes que mi despertador empiece a sonar. Primero el de mi papá. Se escucha una sola vez, enseguida lo apaga y comienzan sus movimientos. Cuando se levanta, su cama hace ruido, se escucha desde mi cuarto a pesar de que esté la puerta cerrada. Sé casi de memoria su rutina matutina. Todo es llevadero, salvo cuando lava la afeitadora con el agua, eso no me gusta, como el roce de una tiza con el pizarrón. Después, el del cuarto de mi hermano, suena un tiempo. No entiendo para qué lo usa, si igual lo tienen que levantar. Al rato, el de mi mamá. Suena, pero pasa un tiempo hasta que empiezan sus movimientos. Suele quedarse un rato en la cama.

Se escucha eso molesto, eso que odio tanto y no sé por qué. Sé que sólo es un rato y hay que soportarlo. Aunque cierre la puerta del baño, se sigue escuchando. No es como los sonidos anteriores. El agua de la ducha no me molesta, es más, creo que hasta me gusta. Golpea contra mi pared y parece llover. Es lindo estar acostada calentita sabiendo que afuera está lloviendo y no te estás mojando. Auque no llueva, siento que sí. Pero ese otro ruido me molesta, intento no escucharlo, pero es imposible. La ducha parecía lluvia, pero el sacador de pelo no parece viento, no se parece a nada, solo sé que es el secador de pelo y no puedo imaginármelo como otra cosa. Aguanto porque no queda otra alternativa, unos diez minutos, hasta que por fin vuelve el silencio. Porque cuando desaparece el falso viento, cuando para, parece no escucharse nada. Como cuando te acostás y apagás la luz; primero ves todo negro, está todo oscuro hasta que te acostumbrás y notás muchas tonalidades de oscuridades. Hay variedad de negros y hasta encontrás figuras, aunque sean siempre oscuras.

Tengo los ojos deformados. Pero empiezan a golpear las maracas cuando se siente la última puerta de la cocina. Estoy sola. Ahora todo se vuelve armónico. Porque es más tarde, porque no escucho el secador de pelo, porque la afeitadora ya está seca, porque a mi hermano lo lograron despertar. Hoy me quedé en la cama, pero la mayoría de las veces no aguanto y empiezo a moverme sin parar. Seguro muchos de los ruidos que haga yo, lo vuelven loco a cualquiera de mi casa. Seguro mi despertador es el peor. Cuando suena, nunca estoy. Ya están las persianas altas y la cama hecha.

lunes, 21 de mayo de 2007

Benedetti y Pessoa

“Esto de no ser más / de terminarse
tiene algo de aventura o de presidio
del ocaso al ocaso media un palmo
de la nada a la nada va una vida

¿cómo no ser curioso?
¿cómo no hacer apuestas a favor
o en contra hasta que alguien
pronuncie el no va más?

Estoy flotante de curiosidad
ávido de saber o de sufrirme
flotante entre mis miedos
esclavo de mis auras
señor de mis cenizas

Como si nada, Mario Benedetti

“A veces miro un piedra.
no pienso que ella siente,
no me empeño en llamarla hermana.
Me gusta por ser piedra,
me gusta porque no siente,
me gusta porque no tiene parentesco conmigo.

Otras veces oigo pasar el viento:
Vale la pena haber nacido
sólo por oír pasar el viento.”

Pessoa, Fernando

El otro - Ludmila


















Violeta Extremista
deporte de león
tildada escultura
estatua y respiración.

Volar como él;
el gris del atardecer.
Querer ser, saber
y pronto, desentender.

Hablar perpleja
minuto de alivio
negra realidad,
esgrime a lo alto.


Gozalvo de Enrique G. Tuñón

"Era un hombre de exterior desaliñado, de palabra ceceada, de rostro picado de viruela y un ojo de vidrio que disentía en color del ojo natural, porque Gozalvo adquiría su stock de ojos de vidrio en los remates, sin otorgarle ninguna importancia al color. así lo miraba a uno con dos miradas. La una azul, animada, clara. la otra quieta, extática, como un paisaje de tarjeta postal, unas veces en tono gris, otras verde, otras castaño oscuro (...) era un hombre contradictorio... andaba por las calles este impenitente vagabundo, saludando con su sonrisa picada de viruelas, con su palabra ceceosa, hablando mal del mundo y de sus habitantes y hablándose mal de sí mismo en sus tristes soledades de hombre que escribe, vaga, bebe y duerme en la cercanía de la misteriosa miseria"

Camas desde un peso;
González Tuñón, Enrique

martes, 15 de mayo de 2007

Entrega final




“Según se sabe, esta mudable vida
Puede, entre tantas cosas, ser muy bella
Y hubo así alguna tarde en que con ella
Te miramos, oh luna compartida.
(...)
Ariosto me enseñó que en la dudosa
Luna moran los sueños, lo inasible,
El tiempo que se pierde, lo posible
O lo imposible, que es la misma cosa.
(...)
Y, mientras yo sondeaba aquella mina
De las lunas de la mitología,
Ahí estaba, a la vuelta de una esquina,
La luna celestial de cada día”
Borges, Jorge Luis

viernes, 11 de mayo de 2007

Pre-entrega

Audiovisual "El lugar"

lunes, 30 de abril de 2007

Melancólico azul









Hipnosis de un mundo invadido por un melancólico azul y en el que el tiempo permanece casi estático. El amor borra el tiempo; la realidad no es más verdadera que la alucinación, que el ensueño. Pero la ilusión a veces es efímera y la posesión de la realidad, fugaz.
"Porque cuando me amabas, cuando el mundo era hermosísimo y transparente, tu amor era un aliento leve que me contenía y en él podía ir y venir..."BIRD, Poldy; Cuentos de amor. "El tiempo lo destruye todo" NOÉ, Gaspar

Rosueña

Vecina enamorada- obsesionada- del vértigo.

Rosueña es una joven de alrededor de veinticinco años, con un rostro delgado. Una expresión dulzona e ingenua. Tiene unos perfectos labios rojos, el pelo largo- hasta la cintura. Los ojos como dos botones de vidrio negro. Huele a perfume de rosas.
Camina, pero parece estar volando en algún otro universo. Se siente el aleteo de una mariposa y el lento caminar de un gato. El tic-tac de un reloj cercano y el paso de las hojas de algún libro de poesía, un universo caótico y surrealista. Hay un llamador de ángeles en el piso superior, en un rincón, algo escondido, a ella siempre le llama la atención. Seduce con él. Maravilla. Ella es curiosa e impulsiva.
Inspira, y la vida parece tan simple. Tararea una melodía. Invade una tranquilidad onírica de color. La amalgama de esquizofrenias.
Mira hacia arriba, las nubes corren, al igual que ella. Encadenada a la desolación amorosa y a ese trágico destino del que no se puede sustraer.
Hipnosis de un mundo en el que invade un melancólico azul y el tiempo permanece casi estático. Cae una gota desde una de las ventanas, alguien parece haber bañado a sus plantas. La mira, la observa. Se refleja en ella, pero parece contemplar a un extraño, una distorsión con su misma imagen. En uno de los tantos cristales, se vuelve a encontrar.

Un azar del destino que se desliza por encima de ella. Tramos de vahídos farragosos en el que se deja caer al suelo. Cierto entusiasmo, derretimiento de un profundo fervor contiguo, pérdida en algún laberinto- en ese gran lugar blanco de color, de subidas, bajadas y reflejos. Un mareo, como el de la montaña rusa en un parque de diversiones, las vueltas, las ganas de volver. El animarse, subir, MAREARSE y también, gritar. Es una sensación de sucesión de movimiento. Es dejarse llevar, caer desde lo alto y confiar.
Las paredes, los objetos se mueven. La rotación. Los círculos. Las desvergüenzas. La transformación de la realidad. Ritmos de coincidencias y encuentros... La hipnotización. La obsesión. La persecución, y el acoso.

El amor borra el tiempo, la realidad no es más verdadera que la alucinación, que el ensueño. Pero la ilusión a veces es efímera y la posesión de la felicidad, fugaz.
Sueños, claramente invadidos por los deseos, provocados por el temor. Poco a poco se transforma en una obsesión. Se torna peligroso. Un mundo onírico de valentía e impulsos; donde se entrecruzan las dimensiones- la verídica y la de la ilusión. Ambigüedad. Vaguedad. Confusión. Sueños y pesadillas. Mezcla de oscuridades, ausencia de luz y blancos saturados.

“Porque cuando me amabas, cuando el mundo era hermosísimo y transparente, tu amor era un aliento leve que me contenía y en él podía ir y venir (…), columpiarme entre nubes de mariposas anaranjadas apantallando al verano con sus alas inquietas. Cuando me amabas yo podía ser un vértigo (…) Cuando me amabas yo podía ser un canto subiendo por los valles, repicando en los campanarios, girando en las aspas de los molinos, trepando sin cansancio” BIRD, Poldy; Cuentos de amor
“El tiempo lo destruye todo” NOÉ, Gaspar.


* (Por más que lo cambie, las sangrías no salen)

sábado, 21 de abril de 2007

Enamorada del vértigo






Enamorada (obsesionada) del vértigo

Como Vértigo de Alfred Hitchcock; la obsesión, el amor, la melancolía, la pasión, la confusión, la pérdida. Como Irreversible de Gaspar Noé; los movimientos -del comienzo-, sin poder concentrarse en ningún punto, el amor, y la obsesión. Como Amelie de Jean-Pierre Jeunet; la aceleración, la búsqueda, la timidez y nuevamente, la obsesión. Como una montaña rusa en un parque de diversiones; las vueltas, los colores, las ganas de volver. Como las obsesiones humanas.

La idea es, reproducir movimientos, mareo e inestabilidad; ya que tomo vértigo como la alucinación en la percepción del movimiento. Es “mostrar” una obsesión, como lo hacen Alfred Hitchcock y Gaspar Noé en sus películas, pero alejándome un poco del dolor, de la oscuridad, de la venganza. Sería la del entusiasmo, el derretirse, el marearse, perderse, prenderse. El mismo mareo de la montaña rusa y sus colores. Animarse, subir, MAREARSE y, también, gritar. Es la sensación de sucesión de movimiento. Es dejarse llevar, caer desde lo alto y confiar. Pero la ilusión a veces es efímera y la posesión de la felicidad, fugaz. El tiempo de duración de un ataque de vértigo, por lo general, no dura más de veinte minutos. Hay vértigos fluctuantes, persistentes y continuos.

Dos colores, complementarios, el verde y el rojo, como repetición en las fotografías, como unión.

Las paredes, los objetos se mueven. La rotación. La transformación de la realidad. La ansiedad. La hipnotización. La persecución.

“Porque cuando me amabas, cuando el mundo era hermosísimo y transparente, tu amor era un aliento leve que me contenía y en él podía ir y venir (…), columpiarme entre nubes de mariposas anaranjadas apantallando al verano con sus alas inquietas. Cuando me amabas yo podía ser un vértigo.

M”Cuando me amabas yo podía ser un canto subiendo por los valles, repicando en los campanarios, girando en las aspas de los molinos, trepando sin cansancio” (rescaté este fragmento de Cuentos de amor de Poldy Bird; que heredé, era de mi mamá cuando era chica)

“El tiempo lo destruye todo” Gaspar Noé.
























jueves, 19 de abril de 2007

Construcción de curiosos









Una construcción de oposiciones- transitada por el tiempo. La ex fuente de energía de
todo un barrio, ahora invadida por variados personajes; éstos unidos por el lugar, por cables, por tubos, por vigas, por líneas, por un centro, por sus actividades. Al mismo tiempo, cada uno vive en su creación. Observadores. Perspectivas.

A veces, uno cree que está sólo, pero el del frente, puede estar mirándote. Hay que estar atento. Otras, te pueden estar buscando y vos a ellos.

Tranquilidad. Paz. Soledad.

Relaciones. Conexiones.

Líneas. Ventanas. Escondites. Reflejos.

Electricidad. Energía. Fuerza. Onda. Luz.

Electrizar. Radiar. Generar. Conectar.